martes, 25 de septiembre de 2012

TEOLOGÌA ESPIRITUAL II



TEOLOGIA ESPIRITUAL
Conceptualizando; es aquella parte de la teología católica que, a partir de los datos revelados y de la experiencia espiritual de los santos, indaga la vida espiritual: su concepto, los modos de progreso desde los inicios hasta la cumbre de la perfección mística.
Las fuentes En primer lugar, la Sagrada Escritura. En segundo lugar, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. En tercer lugar, los escritos de los santos especialmente de los místicos. Otras fuentes, vidas de los santos y el estudio de los fenómenos religiosos de las demás religiones
Naturaleza
La teología espiritual es una ciencia que parte del árbol de la teología, su intención es estudiar el dinamismo de la vida sobrenatural cristiana, atendiendo su desarrollo perfectivo, sus connotaciones psicológicas y metodológicas. Por lo tanto, si la teología espiritual optara por la experiencia, dejando de lado la doctrina teológica, quedaría reducida a un fideísmo experiencial sujeto a los subjetivismos arbitrarios,  o al error. Es por ello, que la verdadera espiritualidad cristiana cuida bien de integrar el ontologismo de las ideas con el psicologismo de la experiencia y concede el primado a los principios doctrinales. Digámoslo de otro modo: espiritualidad cristiana verdadera es aquella que en la práctica hace santos a quienes la siguen. 
Ciencia difícil, ignorada y preciosa

La verdadera espiritualidad cristiana es frecuentemente ignorada. Ciencia y experiencia dan conocimiento, y cuando de los caminos del Espíritu no se tiene ciencia ni se tiene experiencia -supuesto no infrecuente-, se padece ignorancia. Hay varios errores y peligros que conviene señalar abiertamente:

ü  La ignorancia en temas de ascética y mística con frecuencia no se reconoce: Se reconoce sin dificultad desconocimiento a la exégesis Bíblica, o ciertas cuestiones dogmáticas, morales, históricas, litúrgicas o canónicas. Se consultan a los libros o a los expertos. Pero en cuestiones de espiritualidad se suele confiar en criterios propios, se da por hecho que está bien formada la conciencia, el saber discernir. Cuando por ignorancia estos sufren males y flaquezas  Hay en esto sin duda un desprecio del conocimiento.
ü  La doctrina falsa o mediocre es frecuente en temas espirituales: No es fácil hacer bien lo que es difícil. Basta repasar una biblioteca de espiritualidad para comprobar cómo, en todas las épocas, la calidad se ha visto muchas veces cubierta por la cantidad mediocre. Los caminos anchos, andados por muchos, se recomiendan más que aquellos estrechos que llevan a la perfección: éstos son conocidos por pocos, y caminados por menos (Mt 7,13-14).
ü  No abundan los buenos guías espirituales: El maestro que da unas enseñanzas verdaderas, pero muy generales, ayuda poco al que busca la perfección. Pero el peligro mayor está en los guías ignorantes o malos. «Si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo» (Mt 15,14).

Espiritualidad y espiritualidades

En primer lugar estudia como el Espíritu Santo actúa en los cristianos. Seguidamente, este actuar lo hace con algo en común, se define (Naturaleza). Como resultado; evidenciar la acción del Espíritu divino que reciben los cristianos una espiritualidad común y varias espiritualidades peculiares.

¿Hay cabida para la espiritualidad hoy?
En la actualidad la búsqueda de la espiritualidad, tiende hacia la corriente del Oriente Cristiano, este influjo espiritual va desde las publicaciones, escritos hasta la aplicación de métodos a la oración. Otro fenómeno son los nuevos movimientos religiosos, las sectas, el ocultismo y una de las más difundidas es la nueva era.
Los reparos
Algunos tienen ciertos rechazos por la espiritualidad; Unos manejan varios términos (psiquismo, inmaterialidad, materia), o la consideran inactual y alienante, Se acusa a los espirituales de narcisismo individual y comunita­rio. Otro reparo es el de los partidismos, se basa en la experiencia de haber conocido espiritualidades que se presentaban de forma excluyente.
Entre los reparos especiales tenemos; Los reparos desde la psicología, proporciona una seguridad, una serenidad y un campo de afirmación. El hombre frustrado en­cuentra la solución en la espiritualidad, que le da respuesta a todo. Ve a la religión en función de la sociedad y la valora como/actor de integración social. Se reduce la reli­gión a mera proyección de significaciones humanas. Reducir la religión a proyección humana.
Ahora bien, la espiritualidad es vi­da; y, como tal, tiene su ritmo de desarrollo. Los reparos a la espiritualidad son a veces la respuesta a las exi­gencias de la espiritualidad. Si aceptamos, de entrada y como apro­ximación, que la espiritualidad es la vida estructurada desde la fe, la espiritualidad comporta inmediatamente una serie de compromi­sos.

Distintas formas de entender la espiritualidad
Es sinónimo de vivir ba­jo la acción del Espíritu. Vida espiritual y vida en el Espíritu se presentan como la misma realidad. Desde la esencia de la religión  es una relación asumida, es relación integral, de todo el hombre, bajo un punto que converge, pues se trata de una filiación de Hijos en el Hijo; entrañados en el Padre, es decir la fraternidad.

La vida en Cristo
La vida en Cristo expresa la intención de ir más allá del mero conocimiento histórico-teológico de Jesús, que se da por supuesto; lo que se pretende estudiar es la relación de la vida del cristiano con Cristo. El planteamiento que se haga de dicha relación. La verdadera relación con Cristo debe llevarnos al Padre y al Espíri­tu, y ahí está su garantía. El dato fundamental en el cambio de la relación entre el hombre y Dios es el don que Dios hace de sí mismo.
Somos hijos en el Hijo. La filiación entraña una relación peculiar con Cristo. Sabemos que Jesús es el revelador del Padre y es él quien introduce a los hombres en la vida filial. La filiación divina, que es una participación de aquella relación única e irrepeti­ble que Jesús tiene con el Padre, sólo es posible desde la comunión con él. Es participar de lo que es él, Hijo. Esta comunión con el Hijo se da desde la encarnación y desde la participación de la Pascua. La filiación nos lleva necesariamente a la fraternidad. En Cristo somos hijos y hermanos.
Esa hermandad hace la vida eclesial,  la Iglesia no es una mera sociedad huma­na, sino un verdadero misterio: tiene una condición sacramental en Cristo, que la hace visible e invisible, institu­cional y carismática, cuerpo social y misterio divino. Esto implica la comunión de los fieles, Los cristianos, ya sean laicos, ministros sagrados o religiosos, poseen una «auténtica igual­dad», una «común dignidad», y están vinculados entre sí por una «recíproca necesidad». Instituciones que implican a la jerarquía y en las que se plantea la comunión, que también debe ser jerárquica. La comunión con la Iglesia celestial. La Iglesia, que camina hacia la patria definitiva, no puede olvidar la comunión con la Igle­sia celestial». Esta comunión se expresa por la intercesión de los que viven ya en el seno del Padre, por nuestra oración por los difuntos y por la veneración de los santos que nos une a Cristo, fuente de toda gracia.
En este sentido, la comunión y la misión de la Iglesia, además de ser dos dimensiones inseparables, se implican mutuamente: «La comunión y la misión están profunda­mente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión».
Cabe destacar también, la Palabra de Dios en la Iglesia, su presencia en momentos contemplativos del cristiano, partiendo de que, la Biblia no ha caído del cielo ni tiene su origen en el ence­rramiento de hombres solitarios, sino que es más bien la palabra de Dios encarnada en la historia de Israel, de Cristo y de la Iglesia pri­mitiva: nace en el seno del pueblo de Dios, que plasma en ella su experiencia de fe. La palabra de Dios es comunitaria
Para finalizar, los sacramentos existen «para la Iglesia», los sacramentos construyen la Iglesia. Y no se trata sólo de des­cubrir el sentido eclesial de la eucaristía, que aparece muy obvio, sino el de todos los sacramentos.









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